sábado, 4 de agosto de 2012

20. PERSEGUIDOS POR LA LLUVIA

HISTORIAS DE UN SHUCUY
20.  PERSEGUIDOS POR LA LLUVIA
En mi adolescencia tuve la oportunidad de visitar a mis primos Viviano, Eusebio y Gregorio, que vivían en Ticapampa, un pueblito de la sierra ancashina que se reconocía por una enorme chimenea que se veía a lo lejos. Para llegar, bajando por Conococha teníamos que pasar por los pueblos de Cátac y Cáyac que están ubicados a lo largo de la carretera que va hasta Huaraz. Fui a visitarlos con motivo de vacaciones. Ya tenía catorce años y me sentía feliz en mi mundo, en mi hábitat, en medio de los eucaliptos, capulíes y en contacto con la naturaleza, a pesar del frío, la lluvia, el granizo y la pobreza…
Como era vacaciones podía ir con mis primos a jugar pelota en las tardes con sus amigos en una canchita cerca a la iglesia. En las mañanas nos dedicábamos a pescar en el río Santa, cruzar a la banda del río en una oroya, ir a la laguna de Querococha, coger capulí y jugar entre nosotros hasta el mediodía que teníamos que regresar a la casa para almorzar. Hoy les referiré de cómo fuimos perseguidos por la lluvia.
En el día anterior habíamos comprado dos latas de atún, dos limones y ocho panes, sin contar con la cancha que llevábamos en el bolsillo, era nuestro fiambre para ir a pescar en la misteriosa laguna de Querococha, un lugar solitario en donde crece el ichu y se escucha el croar de los sapos y ranas. Mis primos, conocedores del lugar me prestaron un pocho marrón y un chullo para protegerme del frío. Salimos a las seis de la mañana, cruzamos a la banda del río utilizando la oroya y caminamos dos horas aproximadamente. Llegamos a una planicie y a lo lejos se veía la laguna. Cuando llegamos a un lugar en donde había una gran roca, me dijeron que allí sería nuestro lugar de descanso para protegernos del sol y del viento helado.
Luego nos pusimos a pescar durante tres horas… Estábamos con la mala suerte y no pescábamos nada. Como ya era el medio día decidimos comer atún con pan. Entre la conversación y la alegría de estar en estos parajes andinos, me sentía contento, pero a la vez preocupado ¿qué íbamos a llevar a la casa? Habíamos ido a pescar y nos esperarían con la seguridad de llevar algunas truchas. Entonces, les pregunto a mis primos ¿qué vamos hacer ahora? Mi primo Viviano nos dice que vamos a llevar cushuro en el balde que hemos traído el fiambre. Le pregunté ¿Cuál cushuro? ¿Acaso te refieres a los ovalitos que se come con papa y queso? Sí, me dice, son algas que crecen en la laguna.
Hasta ese momento el día estaba caluroso, no había nubes, el cielo estaba despejado. Era un buen día para pescar y pasear por esos parajes. Como se acabó el fiambre Eusebio me dice que el cushuro también se puede comer crudo. Buscamos un lugar apropiado en donde se veían estas algas ricas en proteínas y calcio. Como buen serrano, sé comer toda clase de alimentos, aprendí, al igual que mis primos a comer cushuro crudo, lavándolo en la misma laguna, comiendo y guardando en el balde para llevar a casa.
No nos habíamos dado cuenta que de manera misteriosa el cielo se oscureció por la aparición de nubes. De pronto empezó una lluvia que nos caía, nos perseguía… Mi primo Gregorio dice que la lluvia nos está persiguiendo porque estamos sacando el cushuro de la laguna. Tenemos que irnos, nos va a perseguir hasta que estemos lejos de la laguna. La reacción fue rápida y los cuatro primos corrimos llevando nuestro balde lleno de cushuro, protegiéndonos con nuestros ponchos y nuestros chullos. Corrimos como veinte minutos lejos de la laguna y de pronto vuelve aparecer el sol y todo vuelve a la normalidad, miro al cielo y veo desaparecer las nubes.
¿Habrá sido coincidencia? La verdad es que existe la creencia que la laguna no quiere que saquen el cushuro y para evitarlo, en el cielo aparecen rápidamente nubes cargadas y empieza a llover persiguiendo a los intrusos que están sacando el cushuro.
Me pareció un misterio que sólo puede tener una explicación en el mundo andino animado, en donde la naturaleza defiende su equilibrio y sus elementos se ayudan mutuamente para impedir todo acto de depredación. Y usted amigo lector ¿se interesa por cuidar el equilibrio de nuestros recursos naturales y garantizar el futuro de nuestros hijos y nietos?

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