sábado, 4 de agosto de 2012

18. ATARDECER HUACHANO

HISTORIAS DE UN SHUCUY
18. ATARDECER HUACHANO
Los recuerdos de mi infancia son sólo recuerdos porque ya no se pueden volver a vivir. Hoy les contaré sobre algo hermoso que se presentaba en el horizonte de la playa y que desde el malecón Roca muchas personas extrañas observaban.
La playa de Huacho era grande y hermosa. Tenía muchos humedales que formaban lagunas que se  unían unas a otras. Además había manantiales naturales en donde la gente pobre lavaba su ropa. La playa era ideal para jugar pelota en las grandes extensiones de arena que había entre el puerto de Huacho y la caleta de Carquín. Realmente era inmensa, limpia, y acudían cientos y miles de personas a jugar pelota, bañarse en el mar y finalmente en las lagunas naturales de agua dulce para quitarse el agua salada del mar.
Recuerdo que mi madre nos llevaba a la playa los sábados para lavar ropa. Los tres hermanos ayudábamos a lavar la ropa y las frazadas. Mi madre los tendía entre los pastos y las piedras, mientras nosotros nos bañábamos en el agua dulce de las lagunas. Como no tenía amigos, me iba a la orilla del mar para observar su inmensidad, el vaivén de sus aguas y las olas pequeñas y grandes. A partir de las cinco de la tarde las olas crecían y reventaban con fuerza, para entonces, ya casi no quedaban bañistas en el mar. Todos sabían que era el inicio de la crecida y bravura del mar.
Bajar por el sector de la Consa era un poco difícil y solitaria, pero era el más corto para ir a lavar la ropa. Estábamos muy lejos de la piscina San Pedrito. Teníamos que conformarnos con bañarnos en las pequeñas lagunas próximas al manantial donde mi madre descansaba después de terminar de lavar la ropa. Mi padre no formaba parte de estas tareas, porque siempre estaba trabajando. Mi padre nos decía: cuidado con los pishtacos, no se alejen de su madre. Cuidado con irse a bañar al mar.
Cómo podía ir a nadar al mar si desde lejos podía ver a enormes peces que desfilaban desde el Puerto hasta Carquín. Desfilaban en orden, saltando, desapareciendo y apareciendo de nuevo y así seguían avanzando hasta perderse en el horizonte.
Me preguntaba cómo pueden haber pescados tan grandes… esos deben comer a la gente, con razón en las tardes después de las cinco toda la gente se sale del mar. Esos eran mis pensamientos y el temor de ingresar al mar.
Nunca pregunté que clase de pescados eran, pero a la distancia podía reconocerlos por su gran tamaño. Pasaron algunos años hasta que nuestra profesora Carmela, en su clase de Naturaleza, nos dijo que eran delfines que aparecían en el horizonte del mar y que muchas personas venían de otros lugares a contemplar el maravilloso paisaje natural.
Tenía razón mi profesora porque en las tardes mucha gente extraña acudía al malecón Roca para observan a los delfines que desfilaban en el horizonte. ¿Cómo sabían los delfines que eran las cinco de la tarde? Era un misterio que no me podía responder en esos tiempos.
Hoy sólo quedan recuerdo y testimonios de esa maravilla que la naturaleza nos brindó y que el hombre, por el afán de riqueza depredó. ¿Habrá valido la pena? Creo que no. Y usted amigo lector ¿se interesa por preservar nuestros recursos naturales para seguir disfrutando de las maravillas que Dios nos dio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario