sábado, 4 de agosto de 2012

9. MI PROFESORA DE MECANOGRAFÍA

HISTORIAS DE UN SHUCUY
9. MI PROFESORA DE MECANOGRAFÍA
En mi adolescencia estudié en el mejor colegio de Huacho, el glorioso Colegio Nacional Luis Fabio Xammar, pero por razones de especialidad, mi promoción fue el patito feo del colegio. No participábamos de las actividades de la “secundaria común”.
Estudiábamos en el pabellón de aulas prefabricadas y teníamos como auxiliar de educación al profesor Rodríguez, conocido con mucho cariño como “Pelo Duro” gran personaje, estricto y se preocupaba por nosotros. En muchas ocasiones nos decía “ustedes están estudiando una profesión y tienen que sacar provecho a sus estudios”.
Efectivamente, nosotros estudiábamos para terminar la secundaria y al mismo tiempo para ser contadores mercantiles. En cambio los del “común” solamente terminaban su secundaria. Fue el mejor argumento que me motivaba a esforzarme en mis estudios. ¡Ser contador!, como mi segundo hermano mayor, contar bastante plata y llevar la cuenta de las empresas.
 Mis mejores compañeros fueron Manuel el “Frentón”, Alfredo el “Gringo” y Alberto el “Cabezón”. Cursábamos el primer año y teníamos que llevar el curso de Mecanografía, el auxiliar nos había dicho que el curso lo iba a dictar la secretaria del colegio. Se presentó la profesora Goñi, la única profesora que nos enseñó durante la secundaria, todos eran varones y tal vez por eso recuerdo su genialidad para desarrollar el curso.
Para empezar, no teníamos una máquina de escribir en el aula, ella dibujó en la pizarra un modelo del teclado de la máquina de escribir y nos dijo que construyéramos nuestros teclados a bajo relieve, en cartón de cajas usadas. Con la ayuda de mi hermano Marcos logré hacer mi teclado de máquina de escribir y empecé a practicar las teclas guías… las teclas superiores… las teclas inferiores… finalmente los números y mayúsculas.
Cuando mi padre se prestó una máquina Royal de su trabajo para practicar, porque ya se avecinaba el examen de fin de año, su jefe accedió con mucho gusto. Fue emocionante saber que sabía escribir a máquina correctamente. Al tacto y utilizando los diez dedos. ¡Nuestro teclado de cartón había funcionado!  Habíamos practicado, dos veces por semana, habíamos memorizado el teclado y en los exámenes parciales teníamos que escribir oraciones en donde la profesora Goñi miraba nuestros dedos, si acertábamos en la letra que correspondía, con la mirada al frente.
En el segundo año tuvimos cuatro máquinas de escribir para practicar, ya no sólo por el curso, sino, para llenar documentos mercantiles, correspondencia comercial y otros cursos que exigían la presentación de trabajos utilizando la máquina de escribir. A pesar de pertenecer al siglo XX, gracias al curso de mecanografía me inserté con facilidad al siglo XXI, porque el manejo de la computadora resultó demasiado sencillo para mí. Todavía tengo la habilidad de escribir con los diez dedos y eso, que hace cuarenta años dejé de estudiar mecanografía.
Fuimos la segunda promoción de la secundaria técnica comercial, egresábamos silenciosamente en el año en que nuestro colegio celebraba pomposamente sus Bodas de Plata. Y usted amigo lector ¿cuánto ama a sus hijos y les proporciona mejores oportunidades para estudiar?

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