HISTORIAS DE UN SHUCUY
17. DÍA DE LOS INOCENTES
Qué hermosos recuerdos guardo de mi infancia, hoy les referiré a uno de los mejores días que pasábamos los niños con motivo del “Día de los Inocentes”:
La ciudad de Huacho, la “Tierra de don Dionisio”, “Tierra de brujos y curanderos”, antes de convertirse en una gran urbe, era tierra de pescadores y agricultores. Gente hospitalaria y generosa… como muestra de ello los comités de autos y omnibuses tenían la costumbre de llevar a pasear a los niños de la ciudad cada veintiocho de diciembre. Llevarlos al campo a divertirse, el pasaje era gratis, además nos regalaban galletas, caramelos, frutas y otras golosinas, nos llevaban en la mañana y regresábamos en la tarde, algunos iban a la campiña, otros al valle de Huaura, otros a Végueta, Medio Mundo, en fin, tantos lugares bellos y hermosos que tiene mi pequeño gran país, del cual ahora soy un desconocido… un paria… que sólo vive del recuerdo de su tierra natal.
Los amigos inseparables: Kike, Pozo, Toño y yo teníamos que elegir un ómnibus de la línea urbana número uno. Como era una empresa de huachanos que conocían la costumbre del “Día de los inocentes” nos darían muchas golosinas y frutas. Para lograr nuestros propósitos teníamos que levantarnos a las seis de la mañana y hacer cola en su paradero principal. Así lo hicimos, nos gustaba la aventura de conocer otros lugares más allá de nuestro barrio.
La empresa había decidido llevar a los niños al valle de Huaura, es la ruta en donde existen las azucareras El Ingenio y Andahuasi. Todo ese valle tiene abundante vegetación y está próximo al río Huaura. Ellos buscaron un lugar para acampar y poder jugar y bañarnos en el río. Como teníamos la experiencia de años anteriores, llevábamos nuestras bolsas para llevar parte de los regalos que nos darían en el paseo.
Durante el viaje cantábamos canciones que nos enseñaba una persona encargada de mantenernos alegres y contentos. Nos sentíamos afortunados de viajar gratis en un ómnibus grande. Hacíamos amistad con otros niños que vivían en otros barrios. Al regreso era igual, hacíamos bulla para llamar la atención de las personas que esperaban nuestro retorno.
Siempre había personas mayores que nos hacían jugar, a la ronda, la gallinita ciega, las escondidas, chancalalata… Otros, los más grandes jugaban pelota, las chicas jugaban vóley. Luego de comer sánguches, chicha morada, galletas, gaseosa, manzanas, naranjas, peras, ciruelas, caramelos y muchas golosinas más, nos bañábamos en el río Huaura, que tenía un brazo de pequeño caudal, no había peligro de ahogarnos. Además los huachanos éramos grandes nadadores.
Ahora que han pasado los años, me gustaría que vuelvan los años maravillosos de amor a los niños y que las cosas buenas que existen en otras culturas sean aprendidas en nuestra Amazonía. Por ejemplo, puede ser el sábado más próximo al día de la primavera. Que todos los niños de educación primaria salgan a pasear al campo cerca de las quebradas y riachuelos. Que los profesores sean los encargados de llevarlos de paseo. Los padres dispondremos lo necesario para proveerlos de fiambre. Algunos padres o madres pueden acompañar a los niños para mantener el control y cuidado de nuestros hijos. Que los niños vivan un día de aventura, libertad, amistad, compañerismo y felicidad. Y usted amigo lector ¿se interesa por su familia y salen al campo con sus hijos por lo menos una vez al mes?
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