sábado, 4 de agosto de 2012

1. EL SUEÑO DE MI PADRE

HISTORIAS DE UN SHUCUY
1.      EL SUEÑO DE MI PADRE
Tengo el recuerdo lejano de los orígenes de mi familia que hoy se desintegra por la pérdida de mi madre Teresa Jesús, que se va sin reconocerle la trascendencia de su vida al darnos, a sus hijos, las oportunidades de un mundo globalizado, que ella no comprendía, pero que se alegraba por insertarnos en una vida con mayores oportunidades.
 Por ella, regresábamos de diversos lugares. Eusebio, el mayor desde Apurímac, Marcos de Lima y yo, de Aucayacu. Cuando llegábamos a casa nos recibían mi madre, Claudio, mi padre y mis hermanitos José y Teresa. Que hermosos recuerdos que no volverán a ser vividos, pero, deseo contar a los cuatro vientos una historia que no puede ser olvidada, algún hijo ingrato sacará provecho de esta historia.
Mis padres eran jóvenes campesinos que sufrían su pobreza en las heladas punas de Conococha, allá por Chahuapampa, comunidad cercana al río Santa, en donde se dedicaban al cuidado del ganado de la familia. Conversaban sobre el futuro de sus hijos, ya tenían dos varoncitos Eusebio de 4 años y Marcos de 3 y mi madre esperaba un tercer hermanito.
Claudio, mi padre, estaba pensando sobre el futuro incierto que les esperaba y que en un par de años mis hermanos tenían que ir a la escuela y si no hacían nada por cambiar el futuro tendrían hijos que continuarían con la misma ocupación de pastores y sobrevivir en la puna. Un día en que se perdió una oveja, le comentó a mi madre que no podían seguir llevando esa clase de vida porque vivir de esa manera, no es vivir y peor aún con los hijos. ¡Tenemos que ir a la costa!
Allá hay escuela para nuestros hijos, trabajaré en alguna hacienda, con el dinero que gane podremos vivir mejor y hacer estudiar a nuestros hijos.
Mi padre tenía quinto año de primaria y mi madre segundo. No pudieron estudiar por la pobreza, pero mi padre hizo un juramento de ir a la costa, trabajar duro para que sus hijos tengan un futuro mejor, exactamente, ¡ser profesionales!
Desde que tuve uso de razón, y según algunos recuerdos de mis seis años, escuché por primera vez el motivo por el cual ya no íbamos a la sierra a visitar a mi abuela Tomasa: Teníamos que estudiar para ser profesionales. Recordaba con mucho cariño a mi Aguicha Tomasa, a mi abuela que me contaba hermosas  historias andinas en donde el zorro, el cóndor, la vizcacha y otros animales silvestres cobran vida humana. En las vacaciones la visitábamos.  Me daba a escondidas un puñado de cancha, era su nieto preferido, y sabía me gustaba y llenaba en mi bolsillo para comer mientras acompañaba a mi primo Nectario a pescar truchas en el caudaloso río Santa.
Le pregunté a mi madre qué era ser profesional y cómo lograría ser profesional para cumplir con el sueño de mi padre. Ella me dijo que tenía que estudiar muchos años ir a la universidad en Lima y obtener un título. Le pregunté qué era un título y mi madre me dijo que era un papel que valía mucho y que sólo los ricos podían tener títulos. Me aconsejó estudiar y algún día tener una profesión. Sólo entendí que tenía que estudiar muchos años, pero no sabía hasta cuándo.
Me dijo que tenía que hacer realidad el sueño de mi padre y de ella. Porque el mejor regalo que podrían darles sus hijos sería siendo profesionales. Creo no haberlos defraudado. Y usted amigo lector ¿ha respondido a las expectativas de sus padres?

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