sábado, 4 de agosto de 2012

15. LA CORBATA

HISTORIAS DE UN SHUCUY
15. LA CORBATA
El último cumpleaños de mi madre, fue muy triste, ella la pasó sola, enferma y triste porque todos la habíamos abandonado. Ella como buena madre sufrió en silencio una enfermedad crónica para no preocupar a sus hijos, ya adultos y con sus propios problemas familiares. Mi padre había viajado a Lima para cuidar a sus nietos, Eusebio había viajado por motivos de trabajo, mis hermanos menores ya no vivían en casa. La familia numerosa no se acordó de mi madre…
Pero, la Divina Providencia envió a Violeta, mi esposa, a visitarla de manera sorpresiva porque había viajado a Lima a hacer compras y como era cumpleaños de mi madre, viajó a Huacho y lo que encontró fue a una mujer en cama, acabada, pálida, demacrada, con mucho sufrimiento. Su llegada sirvió de consuelo y tuvo ganas de vivir. Se sentó en su cama y preguntó por su hijo ingrato, como así me llamaba porque vivía en Tingo María y pocas veces iba a casa.
Mi madre se alegró, a pesar de su grave enfermedad, le preguntó qué hacía, cómo vivía, si estaba bien, en fin, la esperanza de su sacrificio. Violeta le comentó sobre mi vida de padre responsable, trabajador y eterno estudiante. Que en la universidad, le exigen que se vista elegante y le mostró una corbata que me había comprado para usar como profesor universitario.
Doble alegría en ese día para mi madre, saber que su hijo lejano está bien y que sus oraciones a Dios se habían cumplido, que su cuarto hijo haya logrado hacer realidad sus sueños de juventud, ser un buen padre de familia y ser profesional. Miró con mucho cariño a mi esposa y se sonrió al ver la corbata que usaría al ir a la universidad. Se imaginó cómo me veía elegante. Con una mirada tierna le sonrió, agradeciéndole por cuidar de su hijo.
Ese mismo día fue internada en el hospital, mi madre quería vivir, le dijo a Violeta que la lleve al hospital porque quería curarse y viajar a Tingo María en búsqueda de su hijo. Por razones que sólo sabe Dios, Violeta, después de internarla en el hospital y avisar a la familia, se despidió con la promesa de regresar en los próximos días. Mi madre le dijo que la esperaría y que no tendría miedo estar en el hospital y que se recuperaría pronto para viajar juntos.
Fue una despedida alegre y lleno de esperanza, lamentablemente al día siguiente falleció. Sólo Dios sabe los misterios de la vida, el sufrimiento por la pérdida de mi madre lo llevo en mi corazón y tengo los mejores recuerdos de su cariño y sacrificio para ser lo que soy. Dicen que los valores que nuestra madre nos enseña en la niñez no se olvida, ahora que la he perdido, recuerdo sus sabias lecciones para ser lo que ella soñó para mí, un hombre feliz.
Ha trascurrido un año de su partida y ayer tuve mi primer encuentro con los estudiantes de la universidad, me presenté seguro de mí mismo, llevando puesto una corbata especial, que simboliza la bendición de mi madre. Después de una hora de exposición, recibí los suficientes aplausos para entender que había logrado iniciar mi nueva carrera de conferencista sobre temas de liderazgo y superación personal, dirigido a los jóvenes para que cambien de actitud y aprendan a construir un futuro diferente. Ahora, caminaré y buscaré nuevos espacios para llevar mensajes positivos para formar una nueva sociedad más justa y humana. Adiós a los gallinazos sin plumas. Y usted amigo lector ¿cuánto ama a sus padres y los asiste en su vejez?

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