domingo, 9 de septiembre de 2012

21. LUSTRANDO ZAPATOS

HISTORIAS DE UN SHUCUY
21. LUSTRANDO ZAPATOS
Como la economía del hogar era muy precaria, en vacaciones, mis hermanos Eusebio y Marcos iban en las mañanas al mercado a vender limones. El vendedor mayorista compraba un cajón de limones y a todos sus vendedores les daba los limones contados y por tamaños: diez por cincuenta centavos, seis por cincuenta centavos y cuatro por cincuenta centavos. Al medio día tenían que rendir la cuenta de los limones vendidos y según la venta se ganaba en algunas ocasiones un sol. Los sábados y domingos eran días de rayadera, ganaban dos y hasta tres soles cada uno. Yo los acompañaba y cuidaba las canastas conocidas como balay, era cestos hechos de carrizo muy comunes en mi tierra.
Mis hermanos entregaban las ganancias a mi madre y ella lo utilizaba para comprar los alimentos. Mi padre trabajaba como obrero, mi madre era empleada doméstica mis hermanos trabajaban vendiendo limones en la mañana y en la tarde hasta la noche lustraban zapatos y ¿yo? Algo tenía que hacer. Si bien era el último de los hermanos, necesitaba hacer algo para ayudar… acompañaba a mis hermanos a lustrar zapatos en la avenida 28 de Julio, calle céntrica de Huacho, en donde había un lugar para los lustrabotas. Allí conocí a Supermán y al Mago del trapo y ellos me enseñaron a lustrar, a sacar brillo para que los zapatos queden al espejo. Ellos tenían muchos clientes, hacían cola para lustrase los zapatos. Mis hermanos ocasionalmente tenían un cliente.
Mis hermanos empezaron a lustrar al estilo de los maestros de la lustrada y poco a poco fueron ganando más clientes. Todo eso veía, inclusive lustré a algunos clientes mientras mi hermano Marcos iba a cambiar sencillo para dar vuelto. Qué alegría había recibido cincuenta centavos por una lustrada, el cliente estuvo conforme con la lustrada… ya sabía lustrar, ya podía ganar algún dinero para llevar a la casa. Pero como el cajón era de Marcos, la plata le pertenecía.
 Esa noche le pedí a mi padre que me haga un cajón de lustrar porque ya había aprendido y quería trabajar. Como eran vacaciones, mi padre accedió y me convertí en un lustrador, amigo de Supermán y el Mago del trapo. Ellos, para ayudarme, me pasaban clientes, diciendo que era su sobrino y que también sabía lustrar al espejo… Fue una de mis mejores vacaciones, porque había aprendido a trabajar.
Mi madre Teresa, nos mandó a buscar una lata de leche Gloria para cada uno y le hicimos una abertura para convertirla en alcancía. Todo lo que podíamos ganar en la lustrada sería para comprar los útiles escolares. Claro que mis hermanos ganaban más que yo, pero tenía mi propia alcancía, mi dinero, ese dinero necesario para sobrevivir. Mis hermanos terminaron las vacaciones con cinco y cuatro alcancías y yo logré llenar dos alcancías.
Nosotros fuimos una familia bien unida, todos trabajábamos para vivir mejor. Para comprar nuestros uniformes, zapatos y útiles escolares. Mi padre quería que seamos profesionales y para eso, teníamos que estudiar y tener todos los libros que pedían los profesores cada año.
En muchas ocasiones hacía sonar mi alcancía, me hacía bien, me sentía útil, me sentía importante, a mis amigos Pozo, Kike y Toño les decía que yo también tenía plata… bastante plata… Entonces, me decían para comprar una Chavín y un chancay para comer. Les respondía que esa plata está en mi alcancía y lo guarda mi mamá para comprar mis útiles escolares. Me sentía orgulloso de trabajar y ayudar a mis padres. Y usted amigo lector ¿cuánto se esfuerza para darles calidad de vida a  sus hijos?

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