domingo, 9 de septiembre de 2012

27. SANGRE JUSTICIERA

HISTORIAS DE UN SHUCUY
27. SANGRE JUSTICIERA
La vida de Luis Pardo, el Bandolero, sigue siendo una leyenda que se mantiene en la memoria de los pueblos de la sierra de Barranca, Chancay, Cajatambo, Oyón, Recuay, Aija, Huari, Huaraz… Es considerado como el héroe y justiciero del mundo andino, frente a los abusos de los hacendados que aquella época.
Frente a la riqueza de pocos y la miseria de muchos. Había que redistribuir la riqueza entre los pobres. Ese fue su pensamiento, esa fue su lucha en favor de los pobres hasta perder la vida en una emboscada en donde prefirió arrojarse a las aguas del río Tingo, en Cajacay, antes de ser tomado prisionero por los gendarmes de aquella época.
Celedonio Gamarra, el lugarteniente de Luis Pardo, fue mi bisabuelo, según refiere mi padre, él usaba un revólver de cacha blanca, con su caballo pinto, su poncho al hombro y su sombrero blanco, cada cierto tiempo, en Cátac, se despedía de la familia para ir en busca de aventuras con Luis Pardo el Bandolero, el Robin Hood peruano.
Mi bisabuelo después de sus correrías regresaba a su pueblo y repartía dinero según las necesidades de las familias pobres. Era un hombre de gran corazón, muy querido entre los suyos y entre quienes lo conocieron. Siempre mantuvo un perfil bajo, no hacía ostentaciones de riqueza, por el contrario, siempre se preocupada por las necesidades de los demás. Murió valientemente, el mismo día que emboscaron a Luis Pardo.
Mi padre recuerda que siendo niño, recibió cinco soles de propina para cuidar el ganado de la familia y que más adelante le mandaría a la costa a estudiar. Creo que allí se encuentra el origen de su deseo de ir a la costa. En busca de mejores oportunidades para sus hijos.
Dicen que existe la herencia de la sangre y debe ser cierto, porque cuando mi padre se volvió ricachón, después de una lucha constante contra la pobreza y gracias al trabajo perseverante de toda la familia durante quince años, logramos ser dueños de una tienda de abarrotes que nos permitía vivir dignamente y contar con una casa propia y satisfacer nuestras necesidades,  empezamos a vivir como viven las familias de clase media alta.
Por esa razón se convirtió en padrino de cientos de personas pobres y algunos de clase media. Me decía, hijo, a ti nadie quería bautizarte, por eso acepto ser padrino de quien me lo pida, la plata no es para guardar, la plata es para servir. En aquella época, para bautizar a los hijos había que tener carnero, chancho, gallinas, cerveza… para agradecer al padrino. Como mis padres no tenían dinero no podían agasajar anticipadamente a los padrinos, por eso no me pudieron bautizar.
Cuando mi padre me contó sobre mi bautizo, entendí que la pobreza no es buena, que la pobreza nos quita oportunidades, nos margina, nos hace parias… nos convierte en shucuy.
Con estas reflexiones renace mi vocación de servir a los demás para que no sufran lo que sufrí en mi niñez y adolescencia. Creo que por mis venas corren sangre de bandolero, de justiciero… no de abigeo, delincuente, ni corrupto. Ahora que soy ricachón en el conocimiento y puedo aportar en los diversos campos de las ciencias sociales, entiendo que la trascendencia de mi vida está en servir y espero tener la oportunidad para demostrar lo que por generaciones buscamos los peruanos: trabajo, paz y justicia. Y usted amigo lector ¿cree que todavía existen personas honestas que tengan vocación de servicio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario